A cinco años y cuatro meses de los claroscuros del sexenio de la “prosperidad”, Javier Duarte no aprendió el arte de la política. Por el contrario, ejerció y ejerce un sofisma bañado en sangre. Lo confirman las narcoejecuciones, el secuestro, cobros de piso, asaltos a transeúntes y una vorágine de delitos de corrupción que ocurren a diario desde el Pánuco hasta el Tonalá.
Es campeón de la frivolidad en el ocaso. Veracruz se convirtió en un estado disfuncional, ante un gobernador indolente, cínico, soberbio, petulante y obcecado que encaja perfectamente en un mandatario “cleptocrático”, como lo definen psicólogos, sociólogos, historiadores, antropólogos y periodistas.
Le peso la novatez al ser ungido como gobernador de uno de los estados más importantes del país electoralmente –el tercero después de la Ciudad de México y el Estado de México-, porque impulsó a una casta de jóvenes novatos como él para convertirlos en la nueva generación de la clase política que fuera un orgullo de Veracruz, que a la postre resultó un verdadero fracaso. Un entramado.
“Corruptos, nepotistas, autoritarios, simuladores, dobleces, cooptadores de obras sociales, jineteadores de los dineros públicos, recurrentes violadores de los conflictos de intereses y compras de indulgencias disfrazadas con las altas esferas de la jerarquía católica”, son algunas de las perlas que ha caracterizado al gobierno duartista.
El crimen organizado le agarro la medida. Lo rebasó del Panuco hasta el Tonalá, en la mayoría de los 212 municipios del estado, aunque el propio Javier Duarte lo niega sistemáticamente y lo atribuye a sus adversarios, a sus detractores y malquerientes de los partidos políticos su pésima imagen de él. Que mejor justificación que las campañas políticas para renovar los poderes Ejecutivo y Legislativo de cara al 5 de junio.
“Son acusaciones al calor de las campañas electorales. Los delitos de alto impacto social han disminuido en el estado. Veracruz ha progresado en todos los órdenes”, advierte el joven político cordobés.
En varios eventos y en privado, Duarte se dice ferviente admirador del político contemporáneo mexicano y liberal, nacido en Tuxpan, don Jesús Reyes Heroles –la tierra de su coordinador de Comunicación Social, Alberto Silva Ramos, por segunda vez-, pero en la práctica ha demostrado su ceguera con las tesis emblemáticas para proyectar su gobierno y que representan un blasón para la clase política del país:
“En política, la forma es fondo”; "Lo que resiste, apoya"; "Puerta abierta para que se vayan los oportunistas, mal que sufre cualquier partido"; "En el ejercicio de la política hay que aprender a lavarse las manos con agua sucia".
Y también "En política, lo que por el elevador sube, por el elevador baja", son algunas de cientos de frases que el poliglota tuxpeño cinceló en su vasta obra política y que puso en práctica como servidor público en el gobierno federal desde 1944 hasta 1985 cuando fallece el 19 marzo, víctima de una cirrosis hepática y cáncer en el pulmón en Denver, Colorado, de acuerdo con la semblanza de Wikipedia y la antología de textos políticos que dio cuenta el político sinaloense Heriberto Galindo Quiñones, con raíces afectivas en Xalapa.
La crisis política-económica-social que enfrenta el estado, que provocó el propio Duarte con su fracasado Plan Estatal de Desarrollo al principio de su “exitoso” gobierno de la prosperidad transcurre sin que ninguna autoridad del gobierno federal le ponga un freno a sus dislates, obcecación y pifias recurrentes. La sociedad civil y los ciudadanos de a pie han caído en el “hartazgo social” por los oprobios que incurre Duarte.
Cómo es posible que en este tobogán que agobia a Veracruz, el gobernador Javier Duarte no haya podido revertir el estado disfuncional que le va a heredar a su sucesor el 1 de diciembre de 2016, teniendo todas las herramientas a su alcance. No pudo con el paquete. Le quedó grande Veracruz. Pero de frivolidad, egocentrismo y sofisma llenó su alforja.
En este epílogo, hay una elocuente miopía o complicidades abyectas del gobierno duartista que impiden la plena desarticulación del crimen organizado. Pero la obsesión por el poder público no tiene límites porque en plena veda electoral, el titular del Poder Ejecutivo se da todo el tiempo del mundo para ufanarse en su cuenta de Twitter que "durante mi gobierno los Halcones Rojos, los Rojos del Águila y los Tiburones Rojos de #Veracruz han sido CAMPEONES (sic y resic)”.
Es campeón de la frivolidad en el ocaso. Veracruz se convirtió en un estado disfuncional, ante un gobernador indolente, cínico, soberbio, petulante y obcecado que encaja perfectamente en un mandatario “cleptocrático”, como lo definen psicólogos, sociólogos, historiadores, antropólogos y periodistas.
Le peso la novatez al ser ungido como gobernador de uno de los estados más importantes del país electoralmente –el tercero después de la Ciudad de México y el Estado de México-, porque impulsó a una casta de jóvenes novatos como él para convertirlos en la nueva generación de la clase política que fuera un orgullo de Veracruz, que a la postre resultó un verdadero fracaso. Un entramado.
“Corruptos, nepotistas, autoritarios, simuladores, dobleces, cooptadores de obras sociales, jineteadores de los dineros públicos, recurrentes violadores de los conflictos de intereses y compras de indulgencias disfrazadas con las altas esferas de la jerarquía católica”, son algunas de las perlas que ha caracterizado al gobierno duartista.
El crimen organizado le agarro la medida. Lo rebasó del Panuco hasta el Tonalá, en la mayoría de los 212 municipios del estado, aunque el propio Javier Duarte lo niega sistemáticamente y lo atribuye a sus adversarios, a sus detractores y malquerientes de los partidos políticos su pésima imagen de él. Que mejor justificación que las campañas políticas para renovar los poderes Ejecutivo y Legislativo de cara al 5 de junio.
“Son acusaciones al calor de las campañas electorales. Los delitos de alto impacto social han disminuido en el estado. Veracruz ha progresado en todos los órdenes”, advierte el joven político cordobés.
En varios eventos y en privado, Duarte se dice ferviente admirador del político contemporáneo mexicano y liberal, nacido en Tuxpan, don Jesús Reyes Heroles –la tierra de su coordinador de Comunicación Social, Alberto Silva Ramos, por segunda vez-, pero en la práctica ha demostrado su ceguera con las tesis emblemáticas para proyectar su gobierno y que representan un blasón para la clase política del país:
“En política, la forma es fondo”; "Lo que resiste, apoya"; "Puerta abierta para que se vayan los oportunistas, mal que sufre cualquier partido"; "En el ejercicio de la política hay que aprender a lavarse las manos con agua sucia".
Y también "En política, lo que por el elevador sube, por el elevador baja", son algunas de cientos de frases que el poliglota tuxpeño cinceló en su vasta obra política y que puso en práctica como servidor público en el gobierno federal desde 1944 hasta 1985 cuando fallece el 19 marzo, víctima de una cirrosis hepática y cáncer en el pulmón en Denver, Colorado, de acuerdo con la semblanza de Wikipedia y la antología de textos políticos que dio cuenta el político sinaloense Heriberto Galindo Quiñones, con raíces afectivas en Xalapa.
La crisis política-económica-social que enfrenta el estado, que provocó el propio Duarte con su fracasado Plan Estatal de Desarrollo al principio de su “exitoso” gobierno de la prosperidad transcurre sin que ninguna autoridad del gobierno federal le ponga un freno a sus dislates, obcecación y pifias recurrentes. La sociedad civil y los ciudadanos de a pie han caído en el “hartazgo social” por los oprobios que incurre Duarte.
Cómo es posible que en este tobogán que agobia a Veracruz, el gobernador Javier Duarte no haya podido revertir el estado disfuncional que le va a heredar a su sucesor el 1 de diciembre de 2016, teniendo todas las herramientas a su alcance. No pudo con el paquete. Le quedó grande Veracruz. Pero de frivolidad, egocentrismo y sofisma llenó su alforja.
En este epílogo, hay una elocuente miopía o complicidades abyectas del gobierno duartista que impiden la plena desarticulación del crimen organizado. Pero la obsesión por el poder público no tiene límites porque en plena veda electoral, el titular del Poder Ejecutivo se da todo el tiempo del mundo para ufanarse en su cuenta de Twitter que "durante mi gobierno los Halcones Rojos, los Rojos del Águila y los Tiburones Rojos de #Veracruz han sido CAMPEONES (sic y resic)”.