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Viernes 19 de abril de 2024    

En Esta Hora - ¿El último ultimátum?
¿El último ultimátum?
os aviones “Hércules” son máquinas de guerra. Son gigantescos, parecen enormes ballenas voladoras. Ruidosos, de apariencia tosca y arcaica, se reconocen fácilmente por la rampa de timón. Por ahí se baja la carga. Fueron construidos por la empresa Lockheed y México tiene siete de ellos. Pueden transportar cualquier cosa: desde tanques hasta tropas o alimentos. En México se usan casi siempre para lo último.
Ahora se han usado para salvar un sitio, tomada esta palabra no como sinónimo de lugar, sino como zona cercada por tropas enemigas. Como aquel de Cuautla cuya ruptura inmortalizó a Morelos. Sitiar una ciudad o una región tiene como finalidad impedir el acceso de alimentos. Rendir por hambre a sus pobladores, como los franceses hicieron en Puebla durante dos meses, hasta la llegada de Díaz.
Hoy los rebeldes del magisterio, auxiliados por Morena, han sitiado varias ciudades de Oaxaca y Chiapas. La aviación militar les pasó por arriba y con auxilio de los aviones Hércules C-130, se han comenzado a distribuir alimentos básicos de esa manera transportados. Por aire llegan el maíz elemental, el frijol indispensable, el arroz bienhechor.
Como todos sabemos la estrategia de tomar caminos, cerrar carreteras y adueñarse de autopistas es básica en cualquier avance guerrero o guerrillero. Liberar los caminos y restablecer los suministros es necesidad fundamental de quien quiera recobrar plazas o control sobre un territorio. Esas son cosas de la guerra. Lo saben hasta quienes no saben nada de batallas y lucha armada y han leído las solapas del librito de Tsun Tu.
Lo único extraño es estar hablando de esta cosas en tiempos de paz. Por eso nos debemos preguntar si de verdad estamos viviendo en tiempos de paz, cuando un “ejército” irregular de 10 o 20 mil activistas del magisterio ponen al gobierno contra la pared, con el auxilio de la opinión favorable de los políticamente correctos, los bien portados, los defensores de Derechos Humanos, la Iglesia jesuítica, las organizaciones internacionales y los acusadores eternos, esos cuya careta favorita es contra la represión.
Represión. Acto de reprimir, de someter. Vaya horrible verbo.
Pero leyendo la historia de México, ahora cuando el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio ha advertido cómo el tiempo se ha acabado (el tiempo de la tolerancia ante los bloqueos, debo entender) veo las palabras del benemérito Juárez, quien en enero de 1858 advertía desde Guanajuato:
“Mexicanos: el gobierno constitucional de la República, cuya marcha fue interrumpida por la defección de quien fue depositario del poder supremo, queda restablecido. La carta fundamental del país ha recibido una nueva sanción, tan explícita y elocuente que solo podrán desconocerla los que voluntariamente quieran cerrar los ojos ante las evidencia de los hechos.
“…Los hombres que de buena o de mala fe repugnaban aceptar las reformas sociales que aquel código establece para honor de México y para el bien procomunal, han procurado todos sus esfuerzos a fin de destruirlo…
“… dictaré las medidas que las circunstancias demanden para expeditar la marcha de la administración en sus distintos ramos, y para restablecer la paz.
“Llamaré al orden a los que con las armas en la mano o de cualquier manera niegan la obediencia a la ley y a la autoridad y si, por una desgracia lamentable, se obstinaren en seguir la senda extraviada que han emprendido, cuidaré de reprimirlos con toda la energía que corresponde, haciendo respetar las prerrogativas de la autoridad suprema de la República.”
Obviamente esta columna no intenta comparar (sería imposible) a Juárez el “Impasible” con el señor licenciado Osorio Chong. Tal atrevimiento resultaría ridículo. Su única cercanía es cuando se sienta en el salón de ese nombre en el edificio de Bucareli. La cita tiene como finalidad exponer, a la luz de la vida mexicana actual, algunos conceptos inmutables en el ejercicio del poder.
El primero, el carácter constitucional del gobierno. El segundo la resistencia a las reformas. Aquella y estas. A fin de cuentas la Reforma Educativa no es un proyecto; es un sistema sustentado en la Constitución y las leyes de la instrucción pública.
Son legales y legítimas por haber seguido el camino legislativo correcto y –además—, en tanto la mayoría de los maestros (más de un millón y medio en el país) las han acatado. Sólo una minoría (así sea una minoría visible, pugnaz y con “buena prensa”) se oponga a ellas.
Si el gobierno aceptara un recuento, los maestros “regulares” superarían en opinión favorable a los disidentes. Pero ni así los aplacaría
Y el tercer punto de esa cita, la legitimidad en el uso de la fuerza.
Hoy el problema no es magisterial. Es social. La disidencia quiere visibilizar su postura mediante el sabotaje, el pillaje y el incendio.
El cierre de caminos no es un asunto pedagógico; es una estrategia guerrillera. O militar. O política, escoja usted.
Hoy lo educativo ha pasado a segundo o tercer plano. El problema es un “Estado de Sitio”, aplicado por quien carece de las facultades para decretarlo.
Esas facultades a las cuales don Benito se refería como “Las prerrogativas de la autoridad suprema de la República”.
Y mientras esa usurpación disfrazada de “libre expresión y manifestación” no se resuelva, no tiene caso insistir en la tomadura de pelo de un “diálogo”.
Veamos las palabras del “último ultimátum”.
“Por semanas -dijo el viernes MAO—, Oaxaca y Chiapas han vivido una situación compleja. La sociedad, en ambas entidades, ha sido víctima de actos que le han lastimado profundamente. Se trata de actos que han afectado la normalidad y la vida de millones de personas.
“De acciones que han obstaculizado la libre circulación y el abastecimiento de bienes, impidiendo que comerciantes abran las puertas de sus negocios.
“Que trabajadores ganen el sustento para mantener a sus familias.
“Que cientos de enfermos puedan recibir su atención y por supuesto los medicamentos que necesitan.
“Que han evitado que los apoyos sociales lleguen a las familias que más lo necesitan.
“Y muy importante, se trata de actos que han impedido que miles de niñas y niños, reciban una educación.
“Los daños han sido muchos y todos para los ciudadanos.
Ante ello, el Gobierno de la República ha abierto el diálogo, ofreciendo soluciones y alternativas para distender el conflicto.
“En los últimos días, me he sentado personalmente con las y los representantes de las maestras y maestros inconformes.
“Hemos estado en la mesa por horas, escuchando con apertura y atención sus planteamientos.
“Analizando cada uno de ellos para definir en cuáles, el Gobierno puede ofrecer una respuesta; y en qué otros, podemos abrir canales con las instancias y Poderes responsables, para dar cauce institucional a su conflicto.
“Pero siempre dejando claro, siempre que en una negociación, no puede ser todo o nada.
“Que en el diálogo se trata de buscar puntos de acuerdo, acercar posturas y que por definición, requiere que ambos lados pongan de su parte.
“La única condición de nuestro lado, ha sido que se deje de afectar a los ciudadanos.
“No obstante, no ha habido respuesta y se ha seguido afectando a la sociedad.
“Se ha puesto a los ciudadanos en medio de este conflicto, lastimándoles y lesionándoles.
“Se ha agotado el tiempo”.
Ultimátum. He dicho. O sea, “resolución terminante y definitiva comunicada por escrito.”
Pero todo ultimátum genera un desiderátum, o sea: un deseo aun incumplido. Y hoy vivimos en el no logrado deseo de retirar el bloqueo. O los bloqueos.
La única pregunta es, ¿podrá el gobierno del Presidente Peña, como lo advirtió en su tiempo el presidente Juárez, “reprimirlos con toda la energía que corresponde, haciendo respetar las prerrogativas de la autoridad suprema de la República?”.
Eso, eso está por verse.
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Obviamente Carolina Monroy desempeña un interinato en la presidencia del PRI, pero sus palabras trascienden la coyuntura. No importa si lo dijo en torno al caso de Veracruz o por qué, pero estas palabras quedan para siempre:
“… El partido está tomando (hubiera sido mejor decir, siempre ha tenido) una posición muy clara: nosotros no tenemos porqué responder, mucho menos avalar aquello que no pudiera estar alineado (hubiera sido mejor decir, fuera de…) a los principios institucionales y sobre todo en la legalidad”.

rafael.cardona.sandoval@gmail.com