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En Esta Hora - Adiós, Duarte
Adiós, Duarte
13 de Octubre de 2016

Se aferra a una protección que su partido le negó cuando resolvió retirarle sus derechos como militante.

Bueno, esperemos que la despedida no sea porque se suba a una avioneta y desaparezca de la faz mexicana. Adiós, porque después de sufridísimos años y meses para los veracruzanos, por fin Javier Duarte decidió hacer lo que hace mucho tiempo era una exigencia de todo México: separarse de su cargo y someterse al escrutinio de la justicia. El más controvertido y repudiado (no el único, pero sí el más) gobernador saliente, Javier Duarte, ayer pidió licencia como mandatario de Veracruz. Primero, a través de un mensaje publicado en YouTube, en el que dijo que todo lo hace por el bien de su estado. Desde muy temprano, en varias entrevistas en radio y televisión, dijo que lo hacía para facilitar las investigaciones que hay en su contra. Investigaciones que no son pocas ni son menores. Curioso resulta que se asegurara de que en la toma de su mensaje apareciera la imagen de Enrique Peña Nieto, Presidente del país. Duarte se aferra a una protección que su partido le negó cuando resolvió retirarle sus derechos como militante. Se fue quedando solo cuando los priistas reconocieron que su figura era un pasivo demasiado abrumador y que podría resultarles aún más costoso en las próximas elecciones (la del Edomex, primero; la presidencial, después). Recordemos que en la elección de junio pasado, el PRI perdió no solamente Veracruz —uno de los principales bastiones en la historia del tricolor—, sino varios de los estados en los que confiaba obtener una victoria.

Duarte comenzó a aparecer cada vez más lejano en las imágenes oficiales, cada vez más acorralado ante una coyuntura donde lo mismo se revelaban las empresas fantasma (ya también confirmadas e investigadas por autoridades del Sistema de Administración Tributaria, el SAT, desde tiempos en que Luis Videgaray era todavía secretario de Hacienda), que denuncias por varios presuntos delitos federales investigados por la PGR de Arely Gómez.

Desde que salieron acusaciones por desvío de fondos, cuando la universidad del estado dejó de recibir recursos, cuando los índices delictivos comenzaron a dispararse, cuando Veracruz se convirtió en uno de los territorios más peligrosos para los periodistas, cuando todos los fines de semana se hacía un corte de caja con muertos y desaparecidos, cuando todo esto ocurrió en estos, los años del gobierno de Javier Duarte, él aparecía siempre con una frase contundente, como las que le repitió ayer a Carlos Loret en entrevista, dichas con toda soltura, confianza y desparpajo: “Yo no soy rico. Yo no he robado nada. Yo no tengo nada que ocultar. Yo... etcétera, etcétera”. Javier Duarte jamás dio acuse de recibo ni reconoció una sola vez que el suyo era un gobierno cuestionado y deficiente, por decirlo con suavidad. A todo encontró siempre pretextos, incluso argumentó que los muertos lo eran porque ellos se lo habían buscado.

Duarte jamás ha mostrado una señal, por mínima que parezca, de arrepentimiento. A las acusaciones de corrupción, responde que hay otros más corruptos. Si las acusaciones son por violencia e inseguridad, responde que todo ha mejorado en Veracruz. Y así, siempre ha encontrado la tangente necesaria para escapar y no rendirle cuentas ni a su partido, ni a su estado, ni al país.

Ayer el Congreso de Veracruz recibió su solicitud de licencia. Así, Javier Duarte se separa de su cargo para dar paso a una de las investigaciones que más expectativas generan —en el interior del PRI, que quién sabe qué actitud habría tomado hacía este caso, de no haber perdido la elección del verano pasado—. En los partidos de oposición también, porque si el PRI procede contra uno de los suyos, irá contra tres de los ajenos. Pero sobre todo entre la sociedad, que está harta de ver a personajes como el hoy saliente inflarse la boca a punta de pretextos, los bolsillos a punta de dinero público y el cinismo a punta de impunidad y de injusticia.

ADDENDUM. Y con la grillotota que viene (la del Edomex), el PRI tiene una última oportunidad para abrir paso a una generación que ha sabido ser paciente y esperar su momento. Muchos nombres comienzan a barajarse como posibles candidatos para el que es la “joya de la corona” electoral, se dice que puede ser un personaje como Luis Miranda (él sí quiere, pero sus negativos sobran para descartarlo de antemano), como Carolina Monroy (que no termina por decidir si quiere o no) o como Alfredo del Mazo Maza. Es un político disciplinado, que acata las decisiones partidistas, pero sin haberse visto mezclado en absolutamente ningún escándalo. Es cierto que algunos gusanos a veces bastan para asegurar que toda la manzana está podrida, pero en tiempos en donde las opciones (o las manzanas) son escasas, vale la pena fijarse en que todos los partidos cuentan con personajes que no tienen cola que les pisen. Y que en estos tiempos, éstos serán los únicos que sean competitivos. Sólo es cosa de que quienes toman las decisiones también lo entiendan.

Fuente: EXCÉLSIOR