19 de Febrero de 2017
En respuesta a las políticas migratorias de Donald Trump, el 17 de febrero en varias ciudades de Estados Unidos se apoyó la iniciativa llamada “Día Sin Inmigrantes”, la cual tuvo como objeto concientizar sobre la importancia que tienen para la economía de aquel país los trabajadores nacidos en el extranjero. Así, restaurantes, escuelas y tiendas de comestibles cerraron sus puertas. Incluso algunas galerías retiraron las obras donadas por artistas latinos, dejando los espacios vacíos en sus paredes.
En el país vecino esta iniciativa metió en problemas a los estadunidenses, pero en México ¿qué pasaría si hubiera un día sin políticos? Seguramente las cosas irían mucho mejor.
Para empezar habría un muy importante ahorro en las finanzas públicas. De acuerdo con datos del Imco, pagar el trabajo legislativo de los congresos de las 31 entidades del país y de la Asamblea Legislativa de la CDMX, cuesta al año a los mexicanos 13 mil 66 millones de pesos. Es decir, que en 24 horas habría un ahorro de casi 35 millones 800 mil pesos.
En el Congreso de la Unión también habría un ahorro de más de 21 millones 350 mil pesos que se destinan diariamente al pago de legisladores, así como de sus asesores y sus empleados —varios de ellos familiares de los propios diputados o senadores—. Con ese dinero se podrían arreglar escuelas o vialidades.
Seguramente ese día, las calles aledañas a las sedes parlamentarias y oficinas gubernamentales estarían vacías y la gente se podría estacionar tranquilamente, pues no habría camionetas de lujo estorbando las vialidades.
Definitivamente el tránsito estaría más tranquilo y fluido, pues miles de automóviles dejarían de circular, no sólo los de los políticos, sino también los de sus guaruras y acompañantes. Los policías que son usados para abrirles el camino podrían finalmente dedicarse a labores de vigilancia.
Un día sin políticos traería otros beneficios, como que por esas horas las áreas naturales estarían realmente protegidas, porque no habría un gobernador tratándolas de vender a sus familiares a precios irrisorios. Tampoco habría inauguraciones de obras inconclusas, ni declaraciones tan reiterativas, huecas o sin sentido como: “Tope a donde tope y caiga quien caiga”, “Es una persecución política”, “Esta acusación tiene tintes políticos”, “Soy un político diferente”, “Si la gente quiere me voy de candidato”.
Eso sí, los moneros no tendrían a quién caricaturizar y los medios de comunicación hablarían de la mariposa monarca o la ballena azul, en lugar de informar sobre el nuevo acto de corrupción que se haya dado a conocer y en el que estuvo envuelto algún político.
Habría que ver qué pasaría con la economía nacional, porque sin funcionarios no habría quien diera uso político a los aumentos y disminuciones del precio de la gasolina.
La Suprema Corte de Justicia y algunos tribunales tomarían un descanso de la politización de las demandas que meten algunos políticos contra otros —sobre todo en épocas electorales— sólo para usar de forma mediática. La justicia sería sólo eso: ciega y sorda y no interesada y politizada.
Ese día por supuesto no habría campaña de candidatos, y la gente descansaría de los spots electorales y de las promesas huecas o que se sabe que no serán cumplidas. Seguramente la gente sonreiría y en las dependencias no habría mordidas, porque no habría que darle “el entre” a su jefe inmediato, que además quiere ser jefe delegacional en las próximas elecciones.
El día sin políticos también podría ser conocido como: “El día sin corrupción”, o “El día de la felicidad”.
FUENTE: EXCÉLSIOR
En respuesta a las políticas migratorias de Donald Trump, el 17 de febrero en varias ciudades de Estados Unidos se apoyó la iniciativa llamada “Día Sin Inmigrantes”, la cual tuvo como objeto concientizar sobre la importancia que tienen para la economía de aquel país los trabajadores nacidos en el extranjero. Así, restaurantes, escuelas y tiendas de comestibles cerraron sus puertas. Incluso algunas galerías retiraron las obras donadas por artistas latinos, dejando los espacios vacíos en sus paredes.
En el país vecino esta iniciativa metió en problemas a los estadunidenses, pero en México ¿qué pasaría si hubiera un día sin políticos? Seguramente las cosas irían mucho mejor.
Para empezar habría un muy importante ahorro en las finanzas públicas. De acuerdo con datos del Imco, pagar el trabajo legislativo de los congresos de las 31 entidades del país y de la Asamblea Legislativa de la CDMX, cuesta al año a los mexicanos 13 mil 66 millones de pesos. Es decir, que en 24 horas habría un ahorro de casi 35 millones 800 mil pesos.
En el Congreso de la Unión también habría un ahorro de más de 21 millones 350 mil pesos que se destinan diariamente al pago de legisladores, así como de sus asesores y sus empleados —varios de ellos familiares de los propios diputados o senadores—. Con ese dinero se podrían arreglar escuelas o vialidades.
Seguramente ese día, las calles aledañas a las sedes parlamentarias y oficinas gubernamentales estarían vacías y la gente se podría estacionar tranquilamente, pues no habría camionetas de lujo estorbando las vialidades.
Definitivamente el tránsito estaría más tranquilo y fluido, pues miles de automóviles dejarían de circular, no sólo los de los políticos, sino también los de sus guaruras y acompañantes. Los policías que son usados para abrirles el camino podrían finalmente dedicarse a labores de vigilancia.
Un día sin políticos traería otros beneficios, como que por esas horas las áreas naturales estarían realmente protegidas, porque no habría un gobernador tratándolas de vender a sus familiares a precios irrisorios. Tampoco habría inauguraciones de obras inconclusas, ni declaraciones tan reiterativas, huecas o sin sentido como: “Tope a donde tope y caiga quien caiga”, “Es una persecución política”, “Esta acusación tiene tintes políticos”, “Soy un político diferente”, “Si la gente quiere me voy de candidato”.
Eso sí, los moneros no tendrían a quién caricaturizar y los medios de comunicación hablarían de la mariposa monarca o la ballena azul, en lugar de informar sobre el nuevo acto de corrupción que se haya dado a conocer y en el que estuvo envuelto algún político.
Habría que ver qué pasaría con la economía nacional, porque sin funcionarios no habría quien diera uso político a los aumentos y disminuciones del precio de la gasolina.
La Suprema Corte de Justicia y algunos tribunales tomarían un descanso de la politización de las demandas que meten algunos políticos contra otros —sobre todo en épocas electorales— sólo para usar de forma mediática. La justicia sería sólo eso: ciega y sorda y no interesada y politizada.
Ese día por supuesto no habría campaña de candidatos, y la gente descansaría de los spots electorales y de las promesas huecas o que se sabe que no serán cumplidas. Seguramente la gente sonreiría y en las dependencias no habría mordidas, porque no habría que darle “el entre” a su jefe inmediato, que además quiere ser jefe delegacional en las próximas elecciones.
El día sin políticos también podría ser conocido como: “El día sin corrupción”, o “El día de la felicidad”.
FUENTE: EXCÉLSIOR