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En Esta Hora - Claro que (no) sé perder
Claro que (no) sé perder
27 de Agosto de 2017

Un buen perdedor es el título de una canción autoría de Franco de Vita. Una de sus estrofas debería ser incluida en los estatutos de todos los partidos políticos y formar parte del credo que los políticos reciten antes de competir por una candidatura o un puesto de elección popular: “Y si el viento hoy sopla a tu favor, yo no te guardaré rencor. Claro que sé perder, no será la primera vez, hoy te vas tú, mañana me iré yo. Seré un buen perdedor, el mundo no cambiará”.

Sin embargo, esto no sucede así. Los políticos no saben perder y esto es un problema para la democracia del país. En cada elección no hay un ganador, sino dos o tres. Todos se dicen victoriosos porque: “según sus encuestas de salida”, “sus números”, “los datos con los que cuentan”, salieron ganadores y las tendencias les favorecen. Como nunca aceptan la derrota, la hacen de emoción y aplican su sagrado derecho constitucional del pataleo, impugnan los procesos electorales a pesar de que la ventaja de su oponente sea de diez puntos, el chiste es regatear un triunfo y que el otro se vaya con alguna abolladura. Declaran fraude y acusan a los órganos electorales de no hacer su trabajo, cuando los únicos y verdaderos culpables son ellos. Cuando finalmente deciden aceptar que “las tendencias no les son favorables” es que ya negociaron o pactaron algo con el triunfador.

Sin embargo, esa negación a la derrota no se da sólo en los procesos electorales, sino que forma parte de la vida de muchos políticos mexicanos. Una prueba de ello la dio esta semana el morenista Ricardo Monreal. El jefe delegacional de Cuauhtémoc hizo berrinche porque no quedó como candidato a la jefatura de Gobierno de la CDMX por su partido.

Monreal ya había dado pruebas de su poca tolerancia a la “no designación”, lo que lo ha llevado a transitar por el PRI, el PRD y Morena, pasando por el PT. Sabiendo que es altamente probable que Morena sea el partido triunfador en las elecciones de 2018, y el nuevo gobernante de la Ciudad d México salga emanado de ese partido, el zacatecano quería ser el triunfador de la misteriosa-enigmática-secreta-indescifrable encuesta (o lo que haya sido) que Morena aplicó para nombrar “al elegido”. El problema es que no salió favorecido.

Monreal ha reiterado que no es ningún “ambicioso vulgar” (puede ser que sea ambicioso o vulgar, pero no las dos juntas). Sin embargo, fue incapaz de reconocer la victoria (haiga sido como haiga sido) de su compañera Claudia Sheinbaum. El político se dio un plazo de tres días para decidir qué hacer señalando que hará lo que la gente le pida (Mancera dixit). Sin embargo, por lo pronto ya quedó como un político que no sabe perder, y que si no es elegido no le concede la victoria a nadie más. ¿Puede revertir esa imagen? Sí, si decide alzarle la mano a Sheinbaum y estructurar un discurso capaz de convencer que “claro que sabe perder y que si el viento sopla a su valor, no le guardará rencor”.

Debería aprender del exsenador perredista Miguel Barbosa, quien antes de que lo bajaran, él se bajó de la contienda interna para elegir candidato a gobernador por Morena, dejándole el camino libre a quien seguramente es la ficha de Andrés Manuel López Obrador, Enrique Cárdenas Sánchez.

Lo que es un hecho es que Ricardo Monreal no será el único político al que le costará digerir la derrota. Es justo en estas fechas de procesos internos partidistas para elección de candidatos que los chaqueteros, tránsfugas y desertores se van a otros partidos buscando hueso o sobrevivencia. Todos los partidos tienen en sus filas personajes de este tipo, que dijeron más vale que digan que aquí corrió que aquí quedó.

Fuente: Excélsior