Daniel Luna Roldán
Dicen que la bondad y la generosidad
son árboles que tienen las raíces muy amargas,
pero que dan frutos muy dulces…
A mi gran amigo, allá donde se encuentre.
Se experimenta una gran pena cuando uno tiene que escribir lo que nunca hubiera querido, pero así es la ingrata vida que nos lleva de sorpresa, en sorpresa a veces para reír y a veces para llorar. Conocí al Dr. Daniel desde hace dieciocho años, me lo presentaron en la oficina de Don Fidel Herrera en el ejercicio de su última diputación allá en la ciudad de México. Eran tiempos en que nos acercábamos al tío Fide para ver en que le podíamos ayudar, aunque pasando un corto tiempo se invirtieran las cosas, así eran las cuestiones políticas en aquellos tiempos.
Pasaron unos años y un día entré a un conocido café del centro de Xalapa. Ahí estaba desayunando Daniel envuelto en no sé, si en una densa niebla de misterio o en la penumbra de la soledad. Nos saludamos, como se saluda a cualquier vecino, pero él atentamente se acercó y me dijo: Zaleta, te invito a desayunar, señalando su mesa. Nos pusimos a platicar como lo que éramos, viejos conocidos, y aprovechando un inter le pregunté ¿y dónde te hayas trabajando?, en prevención, contestó, pero gano muy poco, agregó. Pues vamos haciéndole una tarjeta al tío Fide ahorita que está estrenando “hueso”. Y ahí mismo en el café redactamos la tarjeta para el señor gobernador. Bastaron tan solo unos meses para convertirse en un miembro más del honorable cuerpo médico de la secretaria de salud.
Desde aquel día, y esto lo comento con mucha admiración y respeto, le entró un deseo de apoyar a la gente que fundamentalmente tuviera dos características: un problema severo de salud y escasos recursos económicos; pero no tan solo llevaba a los hospitales una carga de trabajo más, eso no tendría ningún mérito, hablaba con los directores, guiaba los pacientes a los consultorios de especialidades, a los laboratorios y si era posible les conseguía el medicamento.
En un evento otro día, saludamos a Don Fidel y le comenté la promoción de salud que estaba desarrollando el Dr. Luna con gente de escasos recursos; el gobernador lo abrazó y le dijo ¡adelante! Y cuente siempre con mi apoyo. Le echó gasolina don Fidel a la lumbre ¡quien paraba al Dr. Luna!, no he conocido en mi vida a un médico que a favor de la salud hiciera tanta gestión. Lo mismo se le veía en el CEMEV, en el Civil, Regional del Veracruz o en el CECAN, haciendo su labor humanitaria, por señalar algunos hospitales. Que yo sepa nunca recibió cinco
centavos a cambio de sus atenciones, su trabajo lo desarrollaba con gusto y de manera callada; el actual secretario de salud Dr. Fernando Benítez Obeso, brillante médico por cierto, en aquellos ayeres director del CEMEV conoció sus andanzas; el Dr. Melito, ex director del hospital civil, siempre tan atento, nada mas al verlo en la sala de espera le preguntaba: ¿Qué quieres que te autorice Dr. Luna?
El Dr. Daniel Luna Roldán atendió a todo tipo de pacientes por igual, nunca privilegió a nadie por razones políticas, económicas, intelectuales o de cualquier otra índole; si a caso favoreció a un paciente fue por la urgencia médica que requería. Un 21 de marzo en el parque Juárez se hallaba el gobernador presidiendo la celebración del natalicio de Don Benito, pero antes de iniciarse la ceremonia llamó al Dr. Luna; Daniel como de rayo se presentó ante él con una sonrisa a flor de labio, la misma que conforme escuchaba las palabras de Don Fide, se fue disipando. Al volver nuevamente a su asiento le pregunté ¿Qué te dijo el hombre?, dice que me estoy acabando el presupuesto de los hospitales, que ya me reportaron con él, todos los directores… a ver si no me corre de la chamba, se expresó con mucha preocupación. Al terminar el evento lo volvió llamar el gobernador, al tiempo que le hablaba le devolvía al Dr. Luna la sonrisa que hacía unos minutos le había arrebatado ¿Qué te dijo? Le volví a preguntar; que le siga echando todas las ganas ¡¡que el me respalda!!. En el peregrinar por este mundo, tuve la satisfacción de presentarle al Lic. Melitón Morales Domínguez, con quien a la postre, además de cultivar una gran amistad se convirtió en colaborador de su revista. Meli, como cariñosamente le decimos, apoyó al Dr. Luna en muchos aspectos, mejor dicho, en todos los que pudo, le demostró con hechos la validez y el gran significado de la palabra amistad.
El Dr. Luna Roldán pudo haber tenido muchos defectos, como cualquier ser humano; pero era poseedor de una virtud, se esforzó gran parte de su vida para salvar a muchos de las muerte.. Para él servir, fue un privilegio; su mayor satisfacción, que recuperaran la salud sus pacientes; sus mejores propósitos, tener más recursos para servir mejor. Su pasión desmedida e inquebrantable, cuidar y amar a su pequeño Danielito. Su entorno familiar tal vez fue reducido, pero la dimensión para hacer el mayor bien, al mayor número fue cósmica; supo hacer de la medicina un apostolado.
Al asumir la gubernatura el Dr. Javier Duarte de Ochoa, con puntual bendición, cada quince días, en la ceremonia donde se hallara el mandatario, personalmente el Dr. Luna le entregaba la revista de Meli; detalle que seguramente el Dr. Duarte habrá de recordar con cierta melancolía. Pero el gran hacedor del universo, infalible en todas sus disposiciones, seguramente le dio otra encomienda a nuestro querido amigo privándonos con esa suprema decisión, de su grata e
inolvidable presencia.. “es del hombre, la inmutable suerte; paradoja inefable e indefinida; envuelta entre la vida, va la muerte; envuelta entre la muerte, va la vida.. hondo problema que en la tumba helada; comienza a resolverse de este modo. Residuos del placer, cenizas, nada; producto del dolor, un cielo, todo…
rafaelmartinezzaleta@hotmail.com
son árboles que tienen las raíces muy amargas,
pero que dan frutos muy dulces…
A mi gran amigo, allá donde se encuentre.
Se experimenta una gran pena cuando uno tiene que escribir lo que nunca hubiera querido, pero así es la ingrata vida que nos lleva de sorpresa, en sorpresa a veces para reír y a veces para llorar. Conocí al Dr. Daniel desde hace dieciocho años, me lo presentaron en la oficina de Don Fidel Herrera en el ejercicio de su última diputación allá en la ciudad de México. Eran tiempos en que nos acercábamos al tío Fide para ver en que le podíamos ayudar, aunque pasando un corto tiempo se invirtieran las cosas, así eran las cuestiones políticas en aquellos tiempos.
Pasaron unos años y un día entré a un conocido café del centro de Xalapa. Ahí estaba desayunando Daniel envuelto en no sé, si en una densa niebla de misterio o en la penumbra de la soledad. Nos saludamos, como se saluda a cualquier vecino, pero él atentamente se acercó y me dijo: Zaleta, te invito a desayunar, señalando su mesa. Nos pusimos a platicar como lo que éramos, viejos conocidos, y aprovechando un inter le pregunté ¿y dónde te hayas trabajando?, en prevención, contestó, pero gano muy poco, agregó. Pues vamos haciéndole una tarjeta al tío Fide ahorita que está estrenando “hueso”. Y ahí mismo en el café redactamos la tarjeta para el señor gobernador. Bastaron tan solo unos meses para convertirse en un miembro más del honorable cuerpo médico de la secretaria de salud.
Desde aquel día, y esto lo comento con mucha admiración y respeto, le entró un deseo de apoyar a la gente que fundamentalmente tuviera dos características: un problema severo de salud y escasos recursos económicos; pero no tan solo llevaba a los hospitales una carga de trabajo más, eso no tendría ningún mérito, hablaba con los directores, guiaba los pacientes a los consultorios de especialidades, a los laboratorios y si era posible les conseguía el medicamento.
En un evento otro día, saludamos a Don Fidel y le comenté la promoción de salud que estaba desarrollando el Dr. Luna con gente de escasos recursos; el gobernador lo abrazó y le dijo ¡adelante! Y cuente siempre con mi apoyo. Le echó gasolina don Fidel a la lumbre ¡quien paraba al Dr. Luna!, no he conocido en mi vida a un médico que a favor de la salud hiciera tanta gestión. Lo mismo se le veía en el CEMEV, en el Civil, Regional del Veracruz o en el CECAN, haciendo su labor humanitaria, por señalar algunos hospitales. Que yo sepa nunca recibió cinco
centavos a cambio de sus atenciones, su trabajo lo desarrollaba con gusto y de manera callada; el actual secretario de salud Dr. Fernando Benítez Obeso, brillante médico por cierto, en aquellos ayeres director del CEMEV conoció sus andanzas; el Dr. Melito, ex director del hospital civil, siempre tan atento, nada mas al verlo en la sala de espera le preguntaba: ¿Qué quieres que te autorice Dr. Luna?
El Dr. Daniel Luna Roldán atendió a todo tipo de pacientes por igual, nunca privilegió a nadie por razones políticas, económicas, intelectuales o de cualquier otra índole; si a caso favoreció a un paciente fue por la urgencia médica que requería. Un 21 de marzo en el parque Juárez se hallaba el gobernador presidiendo la celebración del natalicio de Don Benito, pero antes de iniciarse la ceremonia llamó al Dr. Luna; Daniel como de rayo se presentó ante él con una sonrisa a flor de labio, la misma que conforme escuchaba las palabras de Don Fide, se fue disipando. Al volver nuevamente a su asiento le pregunté ¿Qué te dijo el hombre?, dice que me estoy acabando el presupuesto de los hospitales, que ya me reportaron con él, todos los directores… a ver si no me corre de la chamba, se expresó con mucha preocupación. Al terminar el evento lo volvió llamar el gobernador, al tiempo que le hablaba le devolvía al Dr. Luna la sonrisa que hacía unos minutos le había arrebatado ¿Qué te dijo? Le volví a preguntar; que le siga echando todas las ganas ¡¡que el me respalda!!. En el peregrinar por este mundo, tuve la satisfacción de presentarle al Lic. Melitón Morales Domínguez, con quien a la postre, además de cultivar una gran amistad se convirtió en colaborador de su revista. Meli, como cariñosamente le decimos, apoyó al Dr. Luna en muchos aspectos, mejor dicho, en todos los que pudo, le demostró con hechos la validez y el gran significado de la palabra amistad.
El Dr. Luna Roldán pudo haber tenido muchos defectos, como cualquier ser humano; pero era poseedor de una virtud, se esforzó gran parte de su vida para salvar a muchos de las muerte.. Para él servir, fue un privilegio; su mayor satisfacción, que recuperaran la salud sus pacientes; sus mejores propósitos, tener más recursos para servir mejor. Su pasión desmedida e inquebrantable, cuidar y amar a su pequeño Danielito. Su entorno familiar tal vez fue reducido, pero la dimensión para hacer el mayor bien, al mayor número fue cósmica; supo hacer de la medicina un apostolado.
Al asumir la gubernatura el Dr. Javier Duarte de Ochoa, con puntual bendición, cada quince días, en la ceremonia donde se hallara el mandatario, personalmente el Dr. Luna le entregaba la revista de Meli; detalle que seguramente el Dr. Duarte habrá de recordar con cierta melancolía. Pero el gran hacedor del universo, infalible en todas sus disposiciones, seguramente le dio otra encomienda a nuestro querido amigo privándonos con esa suprema decisión, de su grata e
inolvidable presencia.. “es del hombre, la inmutable suerte; paradoja inefable e indefinida; envuelta entre la vida, va la muerte; envuelta entre la muerte, va la vida.. hondo problema que en la tumba helada; comienza a resolverse de este modo. Residuos del placer, cenizas, nada; producto del dolor, un cielo, todo…
rafaelmartinezzaleta@hotmail.com
