En nuestro costumbrismo gubernativo uno de los prototipos más enraizados es el de una obra pública cara y con mucha frecuencia de mala calidad, así se ha venido confirmando a través de sucesiones gubernamentales devenidas de diferentes partidos políticos, obviamente la gran proporción de esa obra pública proviene del PRI, llanamente porque ese partido ejerció el poder durante un periodo de tiempo mucho más largo que ningún otro. Por esa circunstancia se atribuye con singular ligereza al PRI la paternidad de la corrupción en este país. Nadie en sus cabales pudiera poner las manos al fuego para refutar lo evidente, pues en gobiernos priistas sí se manifestaron abiertamente signos de corrupción, pero imprudente y osado sería negar que también en gobiernos procedentes del PAN, del PRD, de MORENA, del Verde, de MC o del PT, no se hayan producido casos de malversación de fondos públicos o de obra pública de mala calidad. Así establecido, tomemos el asunto como parte inherente de nuestra subcultura política, aunque no para el conformismo sino como un expediente a cuya solución debemos contribuir todos los mexicanos, porque es de la sociedad mexicana de donde sale el recurso humano dedicado a los menesteres de la cosa pública.
Decía el clásico que la historia no solo debe narrarse, también debe comprobarse; de allí su naturaleza de ciencia. Para ejemplificar lo referente a la mala calidad de la obra pública en Veracruz podemos referir lo que descubrió el huracán Alex en 2010, el último año del gobierno de Fidel Herrera, cuando las aguas del rio Atoyac derrumbaron el puente Palo Amarillo, apenas semanas después de su inauguración. Por ese evento se supimos que la Auditoría Superior de la Federación descubrió que habiéndose construido con recursos federales también se había cargado al presupuesto estatal, es decir, hubo una doble facturación para ese puente. El caso del llamado “Hospital Infantil” de Veracruz es paradigmático pues se trató de una nueva construcción hacia donde se trasladaron camas e implementos médicos del área del Hospital Regional, y nada más, sin contratación de especialistas para la nueva área médica ni equipo nuevo que modernizara los tratamientos. Todos hemos conocido los sinsabores de enfermos y personal que labora en ese lugar a causa de elevadores descompuestos, frecuentes derrumbes de plafones y muy deficiente sistema de aire acondicionado. La remodelación del Museo Submarino de la ciudad de Veracruz se presumió como de las mejores del país, pero un norte acaba de derribar parte de lo nuevo construido. Y qué decir del puente “Acontitla” en Tihuatlán, inaugurado por Cuitláhuac García apenas el viernes pasado de costo multimillonario, que comunicará a Acontitla con la cabecera municipal, Tuxpan y Poza Rica, un cálculo inapropiado ocasionó que fuera rebasado por las aguas como si se tratara de un simple vado. En realidad, los casos de esta naturaleza llenarían varios volúmenes que ilustrarían por qué la corrupción y la ineptitud siguen siendo malas consejeras en el servicio público de este país.
Decía el clásico que la historia no solo debe narrarse, también debe comprobarse; de allí su naturaleza de ciencia. Para ejemplificar lo referente a la mala calidad de la obra pública en Veracruz podemos referir lo que descubrió el huracán Alex en 2010, el último año del gobierno de Fidel Herrera, cuando las aguas del rio Atoyac derrumbaron el puente Palo Amarillo, apenas semanas después de su inauguración. Por ese evento se supimos que la Auditoría Superior de la Federación descubrió que habiéndose construido con recursos federales también se había cargado al presupuesto estatal, es decir, hubo una doble facturación para ese puente. El caso del llamado “Hospital Infantil” de Veracruz es paradigmático pues se trató de una nueva construcción hacia donde se trasladaron camas e implementos médicos del área del Hospital Regional, y nada más, sin contratación de especialistas para la nueva área médica ni equipo nuevo que modernizara los tratamientos. Todos hemos conocido los sinsabores de enfermos y personal que labora en ese lugar a causa de elevadores descompuestos, frecuentes derrumbes de plafones y muy deficiente sistema de aire acondicionado. La remodelación del Museo Submarino de la ciudad de Veracruz se presumió como de las mejores del país, pero un norte acaba de derribar parte de lo nuevo construido. Y qué decir del puente “Acontitla” en Tihuatlán, inaugurado por Cuitláhuac García apenas el viernes pasado de costo multimillonario, que comunicará a Acontitla con la cabecera municipal, Tuxpan y Poza Rica, un cálculo inapropiado ocasionó que fuera rebasado por las aguas como si se tratara de un simple vado. En realidad, los casos de esta naturaleza llenarían varios volúmenes que ilustrarían por qué la corrupción y la ineptitud siguen siendo malas consejeras en el servicio público de este país.