Uno de los mayores retos que tiene la presidenta Claudia Sheinbaum consiste en sacudirse la percepción que permea en la opinión pública acerca de una supuesta dependencia de su antecesor, y la forma en cómo el expresidente configuró el Congreso y parte del gabinete en funciones para continuar con la inercia de sus propuestas transformadoras. Aunque ciertamente ignoramos si a la presidenta Sheinbaum le incomoda eso de la trascendencia del poder de AMLO en su gobierno, porque no sabemos hasta dónde realmente está de acuerdo con el sentido de los cambios introducidos previamente a su arribo a la presidencia; solo el tiempo y las circunstancias irán develando la conducta presidencial. Pero para nadie es un secreto que AMLO programó su sucesión a la medida de sus deseos y que escogió a la actual presidente como candidata de MORENA a la presidencia apoyándola con todo el poder del Estado para asegurar su triunfo; eso lo sufrieron por experiencia propia Ebrard, Adán Augusto y Monreal, quienes en los hechos no tuvieron oportunidad de superar el entramado sucesorio organizado por el presidente López Obrador. También ignoramos cuál vaya a ser el final de esta escena continuista, si la presidente decidirá seguir su propio camino o si acata las directrices de su antecesor haciéndose a un lado para que el Congreso y MORENA actúen libremente bajo la férula lopezobradorista. Nada es posible sacar en conclusión con apenas cuatro semanas de gobierno.
Una frase del discurso de Claudia Sheinbaum que mereció nutridos aplausos de los inversionistas internacionales y del país fue la siguiente: “Yo luché toda la vida por la democracia, no llegué a este cargo para destruirla”; aunque vox populi festeja el dicho, “de lengua me como un plato”, es prudente esperar el transcurso de los acontecimientos para conocer cuál será el camino que Claudia Sheinbaum escoja en su tránsito hacia la historia de este país. Porque en materia de continuismo político y gubernamental los veracruzanos vivimos esa experiencia en 2010, cuando Fidel Herrera desbrozó el camino a Javier Duarte para convertirlo en su sucesor con la obvia intención de cubrirse las espaldas, el experimento fue todo un éxito porque Duarte asumió el gran bagaje de irregularidades cometidas durante el gobierno de su tutor, y por su puntual apego al ejercicio patrimonialista del poder aprendido de quien fuera su patrón se convirtió a la vez en chivo expiatorio que paga con cárcel los resabios envenenados del continuismo político. ¿Qué heredó AMLO a Claudia Sheinbaum? Un déficit presupuestal de elevado monto que no le permitirá un buen arranque de gobierno en materia de obra pública, salvo que se acuda al acrecentamiento de la deuda; si acaso puede haber algo peor, también le entregó un país ensangrentado, inmerso en una batalla campal entre capos de la delincuencia organizada cuyo inmoderado posicionamiento encuentra origen en la fallida estrategia de seguridad pública del gobierno anterior. Un mes no es suficiente para evaluar a ningún gobierno, torpe sería intentarlo, solo que casi 200 mil homicidios dolosos, más 51 mil desaparecidos quedan como una asignatura difícil de evadir, más aún cuando en el primer mes de gobierno los homicidios y la violencia han sido el denominador de este muy problemático arranque de gobierno.
Una frase del discurso de Claudia Sheinbaum que mereció nutridos aplausos de los inversionistas internacionales y del país fue la siguiente: “Yo luché toda la vida por la democracia, no llegué a este cargo para destruirla”; aunque vox populi festeja el dicho, “de lengua me como un plato”, es prudente esperar el transcurso de los acontecimientos para conocer cuál será el camino que Claudia Sheinbaum escoja en su tránsito hacia la historia de este país. Porque en materia de continuismo político y gubernamental los veracruzanos vivimos esa experiencia en 2010, cuando Fidel Herrera desbrozó el camino a Javier Duarte para convertirlo en su sucesor con la obvia intención de cubrirse las espaldas, el experimento fue todo un éxito porque Duarte asumió el gran bagaje de irregularidades cometidas durante el gobierno de su tutor, y por su puntual apego al ejercicio patrimonialista del poder aprendido de quien fuera su patrón se convirtió a la vez en chivo expiatorio que paga con cárcel los resabios envenenados del continuismo político. ¿Qué heredó AMLO a Claudia Sheinbaum? Un déficit presupuestal de elevado monto que no le permitirá un buen arranque de gobierno en materia de obra pública, salvo que se acuda al acrecentamiento de la deuda; si acaso puede haber algo peor, también le entregó un país ensangrentado, inmerso en una batalla campal entre capos de la delincuencia organizada cuyo inmoderado posicionamiento encuentra origen en la fallida estrategia de seguridad pública del gobierno anterior. Un mes no es suficiente para evaluar a ningún gobierno, torpe sería intentarlo, solo que casi 200 mil homicidios dolosos, más 51 mil desaparecidos quedan como una asignatura difícil de evadir, más aún cuando en el primer mes de gobierno los homicidios y la violencia han sido el denominador de este muy problemático arranque de gobierno.